lunes, 27 de julio de 2015

El misterio de las margaritas mutantes de Fukushima


La foto que ha incendiado internet muestra unas inquietantes margaritas, en una insólita imagen tomada por un internauta. Son flores deformadas por lo que parece una mutación genética, con el agravante de que se tomaron en Fukushima, en Japón, cerca de donde tuvo lugar, en 2011, una de las peores catástrofes nucleares de la historia.

¿De qué se trata, qué les ocurre a estas extrañas flores? Lo lógico es pensar que la radiactividad de la zona ha afectado a su desarrollo, del mismo modo que puede afectar a las personas, cuyo riesgo de padecer cáncer igualmente se habría multiplicado.

Si esto fuera así, qué duda cabe, habría que inquietarse, aunque bien pensado no es necesario que aparezcan flores deformadas para alarmarse ante la fuga de radiactividad de una central nuclear. Eso sí, al ser una imagen, por aquello de que valen más de mil palabras, sería una prueba visual contundente, de alto impacto. Y, habida cuenta de la gravedad del tema, la viralidad sería, en realidad, lo de menos.


El fenómeno de la fasciación

Por ahora, sin embargo, la rareza no tiene apoyo científico en este sentido. No, al menos, de forma concluyente. Al interrogar a los especialistas, sin embargo, sí se ha obtenido una respuesta que explica de una forma inequívoca sus caprichosas formas.




Básicamente, obedecerían a un fenómeno conocido como “fasciación”, que puede causar durante el crecimiento de la flor por una acción mecánica o química ocasionada, a su vez, por infecciones bacterianas o desequilibrios hormonales.

Especialistas como Beth Krizek, biólogo de la Universidad de Carolina del Sur han explicado que se trata de un fenómeno relativamente habitual y que no hay de qué preocuparse. “Son flores que habrían existido igualmente aún sin haberse producido la catástrofe de Fukushima”, concluye el experto.


Todavía una incógnita

Esta relativa habitualidad, sin embargo, no excluye que la mutación pueda deberse a la radiactividad de la central siniestrada. De hecho, la posibilidad de que así sea no puede descartarse y la fuga de la radiactividad podría haber provocado estas extrañas formas.




Es decir, por común que sea este crecimiento mutante, la razón bien podría ser el estrés ambiental provocado por la radiactividad. Y, de hecho, en un contexto como el de Fukushima, donde se han observado importantes consecuencias ambientales a consecuencia de una fuga de nivel 7, el mismo nivel que el de Chernobyl, con claras pruebas de su impacto en la atmósfera, el agua y el suelo.

Así las cosas, es fácil caer en el histerismo pues, como no podía ser de otra manera, las graves consecuencias del accidente nuclear ha aumentado la sensibilidad de la población ante los graves riesgos de la energía atómica.

A día de hoy, más de 127.000 personas siguen evacuadas, y solo unos pocos han podido volver a sus hogares. Además, cuatro años después de la catástrofe, el impacto que ha tenido en niños y ancianos, los grupos más vulnerables, ya se ha medido.




Tras examinar a 300.000 niños de la zona de Fukushima, se han registrado 89 casos de cáncer de tiroides, cuando la tasa de incidencia de esta enfermedad entre los jóvenes suele estar entre uno o dos por cada millón. Además, 104 han muerto de cáncer de tiroides.

Fukushima también ha sido un duro golpe para la flora y la fauna de la región y, por supuesto, también para la agricultura de la zona. Si bien se han detectado alteraciones genéticas se desconoce los efectos a largo plazo porque el problema va a serlo durante décadas.


Mariposas mutantes

Recordemos las mutaciones que se observaron en las mariposas unos meses después de la catástrofe analizando ejemplares adultos que eran larvas cuando se produjo la fuga.



Esta vez no fueron internautas ni periódicos ávidos de sensacionalismo, sino la misma ciencia. Según sugirió un estudio de la Universidad de Ryukyu de Okinawa, los efectos resultaron inesperados porque se creía que las mariposas eran unos insectos muy resistentes a la radiación. Sin embargo, la exposición a material radiactivo presente en el medio ambiente provocó un desarrollo anormal atribuido a la fuga de Fukushima.

En concreto, los científicos nipones hallaron que las mariposas estudiadas tenían unas alas mucho más pequeñas de lo normal, así como unas formas extrañas. También se observaron irregularidades en los ojos, patas y antenas.

Se realizaron experimentos en laboratorio para demostrar el vínculo entre las mutaciones y el material radiactivo a partir de 144 ejemplares de las especie Zizeeria maha, localizada en diez puntos en el país, uno de ellos el área de Fukushima.

Finalmente, se concluyó que puesto que las mariposas que presentaban más anomalías habían sido encontradas en las zonas de mayor radiación éstas habían consumido alimentos contaminados. Además, se sugirió que sus progenitores podrían haberles transmitido el material genético que también explicaría sus anomalías.


Mucho por estudiar

Pese a que no se han detectado mutaciones en humanos de este estilo (las llamadas aberraciones fenotípicas), la radiactividad “causa daños fisiológicos y genéticos en nuestra especie”, declararon los mismos científicos, aludiendo a una realidad ante la que la ciencia es unánime.

En situaciones similares, como la de Chernobyl, Nagasaky e Hirosima, se han observado aberraciones fenotípicas en fauna y flora, así como un incremento de cánceres ante una exposición masiva. Sin embargo, a juicio de éstos, la influencia de bajas dosis de reactividad no se ha estudiado tal y como debiera haberse hecho, y en este aspecto los seres humanos pueden sufrir graves consecuencias a través de sucesivas generaciones, apuntan.




Ante un panorama así, cómo no inquietarse ante esta imagen de margaritas mutantes? El misterio sigue abierto. Por ahora, nada se sabe. Por un lado, la radiactividad puede ser la causa de estas caprichosas formas que han adoptado las margaritas, pero sin un estudio científico que lo corrobore no podemos ir más allá de una simple hipótesis, una entre otras, y mucho menos asegurarse.

Simplemente, es una hipótesis, y si la medición que hizo el autor de la foto es correcta, los 0,5 microsieverts que arrojaba el contador Geiger es una medida baja para provocar la mutación. Por otro lado, del mismo modo, por habituales que sean estas mutaciones, no puede afirmarse que su habitualidad descarte la posibilidad de que obedezcan a la radiactividad.


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