domingo, 16 de octubre de 2016

Dentro de un siglo podríamos quedarnos sin naturaleza virgen


En el mundo quedan pocas áreas vírgenes. La naturaleza que no sufre la presencia del ser humano, es decir, aquella que realmente hace honor a su nombre, resulta cada vez más difícil de encontrar. Un drama ambiental silencioso, que va mermando estos paraísos de biodiversidad, refugio de las especies clave para los ecosistemas.

De acuerdo con un reciente estudio australiano publicado en la revista Current Biology solo en los últimos 25 años se ha perdido buena parte de las áreas silvestres del planeta. O, lo que es lo mismo, nos las hemos cargado. Y seguimos haciéndolo…

Una destrucción que, según advierten los expertos, dentro de un siglo podría acabar definitivamente con ellas. Echando la vista atrás, desde 1993 se ha perdido un área equivalente a dos veces el tamaño de Alaska o a casi la mitad de todo el Amazonas.

Un 10 por ciento menos en 25 años

El estudio, por un lado, concluye que las áreas inalteradas por el hombre están desapareciendo a una velocidad que espanta. En concreto, casi un 10 por ciento de las zonas silvestres han desaparecido desde los noventa, y por otro el presente sigue la misma tónica. Por descontado, el futuro no es nada halagüeño.

Muy al contrario, los espacios vírgenes siguen desapareciendo a un ritmo acelerado. De seguir así en un abrir y cerrar de ojos tendremos que asumir una cuenta atrás que en tiempos geológicos será tan solo un suspiro.

Áreas vitales para los ecosistemas

Si bien los seres humanos han alterado los ecosistemas terrestres durante miles de años, -explican los autores en su artículo-, “las áreas silvestres siguen siendo refugios vitales para que se lleven a cabo los procesos ecológicos y evolutivos”.



Las regiones del Amazonas y el África Central son las más castigadas, apunta el estudio, al tiempo que valora las acciones protectoras. Sin embargo, la tasa de destrucción dobla a aquellas. Por lo tanto, sin dejar de resultar muy útiles, puesto que de otro modo la pérdida aún sería mayor, en modo alguno lograr frenarla.

Sin vuelta atrás

“No podemos restaurar o compensar nuestra naturaleza. Una vez que se ha ido, se ha ido, es exactamente igual que en las especies en extinción”, advierte James Watson, líder de la investigación.


Cuando esas áreas naturales se contaminan, es decir, cuando la “naturaleza” deja de ser “un lugar biológica y ecológicamente intacto, libre de cualquier perturbación humana significativa”, ya nada es lo mismo.

Amazonia y África, las zonas más castigadas

Los investigadores compararon un mapa actual de las áreas naturales con otro similar de comienzos de la década de 1990. El resultado fue dramático o, si se quiere, cuanto menos preocupante. Partimos de una cifra muy concreta: actualmente casi el 20 por ciento del área terrestre del planeta es natural, más de 30 millones de kilómetros cuadrados.

Por regiones, los sitios naturales se concentran en Australia, el Norte de Asia y de África, así como en América del Norte, especifican. Pero más allá de este recuento, el drama viene con las comparaciones.

Al comparar el viejo mapa con el nuevo, alrededor de 3,6 millones de kilómetros cuadrados de zonas naturales -el mencionado 10 por ciento- habían desaparecido en las últimas dos décadas.



La cantidad perdida, en porcentajes, la sufren sobre todo en América del sur, con una merma cercana a un tercio de las áreas naturales, así como África, que cuenta con un 14 por ciento menos.

Una pérdida alarmante

En el resumen del artículo publicado en la citada revista científica se adjetiva la situación como “alarmante”, si bien los números cantan, y lo cierto es que no hay que ser científico para entender que la situación es dramática:

Demostramos pérdidas alarmantes que comprende una décima parte (3,3 millones de km 2 ) de las áreas silvestres a nivel mundial en las últimas dos décadas, especialmente en la Amazonia (30%) y África central (14%).

Esfuerzos insuficientes

El hecho de que se valoren los esfuerzos conservacionistas no significa que resulten suficientes. No, al menos, si hablamos de cifras generales. Como se explica en el artículo, se han producido “aumentos en la protección de la vida silvestre en el mismo marco de tiempo”, pero de igual manera se ha demostrado que “no pueden seguir el ritmo de la tasa de pérdida”.

Puesto que se destruye el doble de territorio virgen del que se logra preservar, a la luz de los resultados del estudio los autores reclaman más voluntad política:

Nuestros resultados ponen de relieve la necesidad inmediata de políticas internacionales que reconozcan los valores vitales de la vida silvestre y las amenazas sin precedentes a los que se enfrentan, poniendo de relieve la necesidad de acciones polifacéticas necesarias para su mantenimiento.

Las razones que deben impulsar una respuesta más decidida, así como una concienciación infinitamente mayor son numerosas. No solo se trata de respetar el entorno por sí mismo, sino también desde un punto de vista utilitario.



No en vano, son enclaves críticos para la biodiversidad, sobre todo la que se encuentra amenazada. Además, las áreas naturales son claves para el almacenamiento y secuestrod e carbono, así como apra regular el clima local y apoyar economías locales.

De acuerdo con el artículo, en este último aspecto las áreas vírgenes son un vital “apoyo para muchas de las comunidades más marginadas a nivel político y económico del mundo”, grupos poblacionales que “ignoran casi por completo los acuerdos ambientales multilaterales”, explican.

Por lo tanto, también ellos deben ser concienciados. Además de respetar su entorno natural de cara a potenciar economías locales sostenibles, sensibilizarlos al respecto deber ser “prioridad para los esfuerzos de conservacióm”, apuntan.

Una destrucción sin precedentes

En definitiva, se pide detener este desastre ambiental generalizado que está dejándonos sin naturaleza con mayúsculas. No en vano, desde principios de la década de los noventa estamos creando una situación destructiva sin precedentes, cuyo ritmo destructivo no se ha reducido.


Un panorama nada prometedor, sin precedentes en la historia de la humanidad ni del planeta, que nos pone contra las cuerdas. Hasta, finalmente, enfrentarnos a nosotros mismos, llevándonos directos a la extinción. O, si se prefiere, a explorar el universo en busca de un nuevo planeta.

Ana Isan

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