Greenpeace se manifiesta en instalaciones de Bimbo. Foto: Greenpeace |
En nuestro planeta todo está conectado para mantener el equilibrio de los ecosistemas, pero muchas de las actividades humanas han alterado esas relaciones. Cada vez se habla más del deterioro ambiental en el que vivimos; el cambio climático es una realidad, las especies en peligro de extinción aumentan, la calidad del aire que respiramos empeora y nuestros océanos están amenazados por actividades tan básicas como la producción de nuestros alimentos.
¿Qué tiene que ver la agricultura con el mar? Pese a que la relación entre los campos de cultivos y el océano nos parezca lejana, lo cierto es que están más relacionadas de lo que creemos. La comida en nuestro plato deja huella no solo en la tierra y en las personas que la producen, también impacta en las tres cuartas partes de agua que integran el planeta.
Los océanos producen 50% del oxígeno que respiramos, regulan el clima global, son hábitat de 256 mil especies marinas conocidas -gran parte de ellos sigue inexplorada- además de que ofrecen recursos alimentarios para casi la mitad de la población en el mundo.
Estos beneficios sufren la presión de actividades como la pesca indiscriminada, la contaminación tóxica y la industria alimentaria, ésta última se abastece de la agricultura a gran escala, actividad en México genera el 19 por ciento de los gases de efecto invernadero, es responsable del 17.5 por ciento de la degradación de nuestros suelos.
La agricultura industrial hace uso excesivo de plaguicidas y fertilizantes sintéticos que ponen en riesgo la salud de la gente; y siguen utilizándose pese a que gran parte de esas sustancias no se absorben por las plantas sino que contaminan el agua que se filtra al subsuelo y corre por ríos o lagunas que desembocan en el mar. Se estima, por ejemplo, que casi el 75 por ciento del nitrógeno aplicado como fertilizante se pierde en la atmósfera o se escurre a las aguas superficiales.
El exceso de nutrientes en el agua favorece el crecimiento descontrolado de algas que consumen el oxígeno disuelto hasta agotarlo, haciendo imposible la supervivencia de otras especies, a lo que se conoce como zonas muertas, con consecuencias económicas, ambientales y sociales graves, principalmente por afectaciones al turismo y la pesca que puede estar contaminada y llegar a nuestra mesa.
Las conexiones en el planeta son evidentes pero nos negamos a verlas e insistimos en mantener un estilo de vida, modelos de producción y de consumo que han demostrado ser insostenibles.
Al igual que en el planeta todo está conectado, las acciones diarias tienen una reacción es por ello que es urgente que la industria de alimentos y gobiernos dejen de aferrarse al sistema actual de producción de alimentos e impulsen nuevo modelos como la agricultura ecológica que protege la biodiversidad, impulsa el desarrollo de las comunidades sin el uso de agroquímicos ni transgénicos que a su vez reduce los daños en los océanos.
Esta semana es un gran pretexto para lograrlo, pues apenas este 5 de junio se conmemoró el Día Mundial del Medio Ambiente y el 8 de junio el Día Mundial de los Océanos, ambas efemérides tienen el objetivo de sensibilizar a la humanidad de la importancia de preservar sanos los ecosistemas para garantizar la vida de todas las especies en la tierra, incluida la nuestra.
Las grandes marcas de alimentos en México tienen una gran responsabilidad frente a sus consumidores y pueden hacer la diferencia para reducir los impactos ambientales. La ciudadanía también tiene un papel clave en esta historia exigiendo comida sana para el cuerpo y el planeta a través de un consumo responsable.
¿Te atreves?
Edith Martínez es coordinadora de Comunicación en Greenpeace México
Facebook: Greenpeace México
Twitter: @greenpeacemx
Fuente: Sin embargo
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