viernes, 14 de octubre de 2016

Campos de fútbol de césped artificial: ¿un riesgo para la salud?


Aunque parezca una cuestión novedosa, en realidad se trata de una vieja sospecha. Los posibles riesgos que entrañan para la salud los campos de fútbol de césped artificial vuelven a ocupar titulares tras años en el punto de mira.

En efecto, la sospecha sobre el posible efecto cancerígeno de los campos de fútbol alfombrados con césped artificial con base de caucho se remonta a años atrás. Si bien se trata de un uso ecológico en cuanto a reciclaje, podría no serlo en lo que respecta a la salud pública. En concreto, para los jugadores, en especial los porteros.

¿Un reciclaje insalubre?

No pueden negarse las ventajas relacionadas con la sostenibilidad: las ruedas de coches y otros vehículos tienen una segunda vida convertidas en parte de este tipo de césped artificial, y también ahorramos agua y mantenimiento. Además, frente al césped natural, puede suponer un ahorro pero ello no quita para plantearse su posible peligrosidad.


La noticia ha saltado a raíz de la alarma suscitada en Holanda por este tipo de césped artificial, confeccionado con caucho reciclado como base sobre la que se incrustan el césped sintético.

El polvo de caucho

El polvo que acaba en el aire proviene del caucho. Se respira, se pega al cuerpo y a la piel, a la ropa, al pelo… Sobre todo, les ocurre a los porteros. Son partículas que se conocen como “polvo de neumáticos” y provienen del caucho de estireno-butadieno, el más comercializado actualmente.

Se utiliza para fabricar neumáticos de automóviles, entre otros usos, como el que nos ocupa. Básicamente, son fibras sintéticas que proceden de los neumáticos que se desechan. Su aplicación en los campos de fútbol, sin embargo, ha hecho sospechar sobre su posible riesgo cancerígeno.

Remontémonos a 2009. Amy Griffin, entrenadora de fútbol de la Universidad de Washington detectó el problema cuando visitó en el hospital a dos porteras de fútbol que habían sido diagnosticadas con linfoma no-Hodgkin.


Durante su visita, una enfermera comentó que era el cuarto portero al que le diagnosticaban el linfoma durante esa misma semana. Por otra parte, las jóvenes deportistas también atribuían al caucho su enfermedad.

No son evidencias científicas, qué duda cabe, pero la veterana entrenadora empezó a sospechar al respecto. En 2014 narró su experiencia en los medios de comunicación, explicando que durante sus primeros 15 años como entrenadora no había observado nada similar.

“Llevo casi tres décadas entrenando, y de repente parece que hay un sinfín de niños afectados”, dijo. Por otra parte, desde entonces ha estado elaborando una lista con casos parecidos, llegando a cerca de 40 jugadores de fútbol americano diagnosticados con cáncer, casi todos porteros.

En esta ocasión, relacionados con el uso de césped artificial para la práctica del fútbol americano. Pero, de igual modo, en muchos de los campos de fútbol convencional se utiliza este tipo de recubrimiento.

¿Qué dice la ciencia?

Todavía no existe una relación causal, pero sigue explorándose, pues se trata de un material potencialmente peligroso. De eso no hay duda, ya que en él encontramos sustancias cancerígenas, como el benceno, el carbón o el plomo. Con el agravante de que se utiliza muy a menudo en colegios y escuelas de fútbol.


La parte positiva, en otro orden de cosas, es tanto la durabilidad como su efecto almohadillado. No solo como sucedáneo del césped artificial para conseguir un mejor juego, sino también con el objeto de minimizar golpes que pudieran dar lugar a una conmoción.

Sin embargo, también es cierto que existen otras sustancias que resultan igualmente beneficiosas en este sentido, como el mismo césped natural o quizá el sustrato de fibra de coco. Habría alternativas, por lo tanto.

¿Está justificada la alarma?

Pese a las sospechas, que tienen su peso específico, no hay ningún estudio que haya asociado el cáncer al césped artificial. Pero a su vez hay que aclarar que son muy pocos los estudios que se han llevado a cabo con tal fin.

O lo que es lo mismo. El riesgo potencial de este polvo de caucho hecho a partir de viejos neumáticos no está suficientemente estudiado. Y, cómo no, el sector arrima es ascua a su sardinar. De acuerdo con The Synthetic Turf Council, un grupo que representa a la industria del césped artificial, su uso es seguro pues las pruebas existentes no permiten afirmar lo contrario.


Aún así, los motivos de alarma siguen estando ahí. Esta semana hemos sabido que una treintena de clubes de fútbol amateur holandeses ha suspendido los encuentros por el posible daño para la salud. Al tiempo, se pide al Gobierno una investigación urgente para dilucidar el asunto.

Si de precaución hablamos, la justificación es completa. Sobre todo, cuando son los niños los que juegan. No en vano, su sistema inmunitario está más inmaduro y son especialmente vulnerables. Como siempre, en última instancia la decisión es nuestra.

A Griffin le gustaría que la ciencia confirmara que está en un error, pero mientras da tiempo al tiempo no cree que los casos sean una triste coincidencia. “Me encantaría estar equivocada”, concluye. Pero hasta que haya estudios concluyentes al respecto, ser precavidos es de sabios.

Otros efectos negativos

Este revestimiento también supone un problema ambiental. Si habíamos apuntado que dar salida a un producto reciclable era interesante o del ahorro de agua, no puede decirse lo mismo del recalentamiento que provoca.


Frente al césped natural, puede suponer un aumento de las temperaturas de hasta 10 grados centígrados. La razón es la diferencia que existe entre los vegetales que tienen un efecto refrescante y este material sintético. En este sentido, el resultado es similar al efecto que provoca el asfalto.

Su uso masivo no ayuda, precisamente a que las ciudades dejen de ser islas de calor, con lo que va contra políticas municipales orientadas a la sostenibilidad. Aún así, si los campos están rodeados de zonas verdes o simplemente algunos árboles las temperaturas pueden atenuarse.

Ana Isan

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